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La llamada nunca llegó en medio del caos, sino después. Tras semanas de jornadas extendidas, compromisos acumulados y responsabilidades cumplidas “a tiempo”, fue justo cuando el calendario marcó diciembre que el cuerpo dijo basta. No hubo alarma previa: solo un cansancio profundo, dolor de cabeza persistente, una gripe inesperada y una sensación de vacío difícil de nombrar. No era depresión, tampoco simple agotamiento. Era algo más silencioso, más frecuente y, paradójicamente, más ignorado: el efecto let down.
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Autor: Wendy Berroa Hernández
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